miércoles, 4 de junio de 2008

Todo se transforma*


El escenario adornado con una sencilla guitarra de palo, ya mostraba evidencia de lo que sería esa noche: un recital íntimo y minimalista. La gente que iba llegando al Polideportivo de la Universidad Católica sabía a lo que iba y se emocionaba mientras esperaba que saliera el uruguayo. Una descoordinación de seguridad hizo que el orden de asientos no se respetara y quienes estábamos en platea terminamos milagrosamente en super VIP. Suerte que le dicen.
Drexler apareció en escena junto al sonido de un faro y la luz circundante hacía homenaje al tema que interpretaría: “Doce segundos de oscuridad”, que también es el título de su más reciente disco. El coro confirmaba la sospecha, en ese concierto todos se sabían los temas.
Poco a poco, Drexler recibía el acoso de un público que reclamaba oír temas que el uruguayo iba complaciendo entre risas. Su canción “Guitarra y vos” hacía honores a lo que se veía en escena, un cantante que no necesita de la parafernalia tecnológica para mostrarse al público. Una simple guitarra y su voz bondadosa bastaban para que todo el recinto estuviera en trance.
Con esa atmósfera donde los aplausos, chasquidos y coros del público se convirtieron en un instrumento más, Drexler se terminó de meter a sus fans al bolsillo interpretando “El Surco” canción original de Chabuca Granda. Los tributos siguieron cuando el músico nacional Cotito subió a escena para acompañar al uruguayo en el tema “Tamborero”. Para entonces, ya daban ganas de subir a abrazarle.
Desfilaron los clásicos “Todo se transforma”, “Don de fluir”, su versión de “High and Dry” de Radiohead y el éxito “Milonga del moro judío” donde Drexler contó la historia de cómo Joaquín Sabina le había sugerido que hiciera una canción de un poema y en la clave que Sabina mejor domina: las décimas. Así lo hizo Drexler y vaya que funcionó.
Como en los Oscares de 2005, cantó su tema ganador “Al otro lado del río” a capella, esta vez no como protesta sino por sana costumbre. El coro lo susurró todo el mundo. Una hora después de iniciado el evento, Drexler preguntaba cómo todos sabíamos sus canciones de memoria. Parece que olvidó el YouTube.
En comunión, el uruguayo agradeció que estuviésemos ahí, sobre todo cuando a esa hora jugaba Perú frente a Paraguay. Nadie se volvió a acordar más del partido.
Extasiado, el músico se despidió de quienes fuimos plastilina en sus manos durante dos horas. Se olvidaron las sillas y las formas y el público corrió hacia el escenario para suplicarle que no se fuera. Tuvo que volver dos veces, repitiendo complacido que todo eso era una locura. Tocó tres temas más y todo quedó en penumbras. Se había terminado la luz. Empezaban de nuevo los doce segundos de oscuridad.
* Publicado el 16 de octubre de 2007 en El Búho

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