jueves, 10 de julio de 2008

OVNI: El Episodio Marcona – Parte 2

Parte 2:
La zeta del Zorro

Apareció sin aviso, luminoso e inesperado. Era un bólido, o al menos eso parecía. Un destello veloz que se movía independiente y libre. El cielo era negro y el objeto hizo un dibujo en el vacío. Era como un zig zag galáctico, una figura conocida que cobraba nuevo valor al estar estampada en medio del universo, ante nuestros ojos aturdidos y maravillados. Una zeta.

¡Mientras! dijimos al unísono. La respuesta a la pregunta más torpe de todas se había manifestado sin invocarla. No, no estamos solos.

Poco a poco, las personalidades del grupo fueron apareciendo en frases que nos caracterizarían el resto de la vida. El primero en reaccionar fue Luis, al que le pusimos un diminutivo lógico, dada su falta de altura el día que le conocimos: Luisin. Él, en su natural comprensión del suceso, atinó inmediatamente a vociferar la palabra bisilábica que describía el origen primero del hombre y el fin último de una cita con malas intenciones: “¡Chucha!”.

Nos miramos sin vernos. Solo buscábamos la confirmación de lo ocurrido en los rostros desconcertados. Allí estábamos Diego, Luisin, Donny, Dinky y quien esto escribe. Julio, mi hermano sanguíneo, había ido minutos antes a la casa, a buscar algo que comer mientras esperábamos al cometa que nunca llegó. Cuando su silueta se dibujaba en las cercanías, empezamos a gritarle lo ocurrido. Julio, cargando una bolsa con pan, sólo dijo lo que cualquiera en situación semejante: “Ta’ mare, me la perdí por huevón”.

Donny proseguía en sus hondas cavilaciones sobre lo ocurrido. Con la solemnidad de un filósofo, se puso a rebuscar en sus neuronas, cualquier referente anterior que sirviese de soporte científico a lo que acababa de ocurrir. Durante varios minutos, se rebanaba los sesos en busca de la frase reveladora que explicase en un santiamén el suceso celeste que acabábamos de presenciar. Finalmente, tanto esfuerzo daría resultados imprevistos. Donny no dijo nada.

Cuando algo así ocurre no hay espacio para mezquindades. En un instante todos, incluso Julio y su bolsa de pan, habíamos pasado de simples mortales con un telescopio, a una categoría siempre imaginada pero nunca puesta en el terreno de la realidad inmediata. Éramos contactados.

La conversación poco a poco volvió a ser articulada. Los largos silencios dieron paso a interrogantes más alturadas. “¿Fue una zeta?”. “¿La viste on, la viste?”. Todos confirmamos la visión y ya no hubo más que decir. La última certeza estaba en preguntarnos nuevamente. Allí, quizás alterado por alguna radiación marciana, Luisin quedó como ausente. No respondía ante las preguntas y su estupor empezó a darnos miedo. Diego, en un arranque de valentía inesperada, lo cogió de los hombros, dando rienda suelta a antojos reprimidos por meses, producto de un suceso romántico que no viene a cuento. Un par de zarandeadas después, Luisin reaccionó y volvió a conmovernos con las dos sílabas que dejaría para la posteridad.

Seguimos mirando el cielo durante una hora pero nada sucedió. Ni el cometa Hyakutake ni el ovni se dejaron ver. La zeta seguía dibujándose en nuestras cabezas mientras armábamos juntos la historia que le contaríamos a todos más tarde, en el bar.

A la gente del bar les caímos espesos de tanto hablar de la zeta, del ovni y del cometa que nunca llegó. Nuestro encuentro cercano sucumbió ante la inmediatez de la broma sobre Julio y su inoportuna bolsa de pan. Hasta Dinky tuvo más protagonismo cuando alguien sugirió la idea de que al ser un perro mutilado, quizás llamó la atención de nuestros visitantes.

Noches así, sólo ocurren en Marcona. Volverá a suceder.

Pd: Lea la Parte 1 aquí.

jueves, 3 de julio de 2008

En Upis no hay Milagros... pero hay Apolonia

Apolonia Benique vive en el centro poblado UPIS Milagros, donde no hay nada. Allí, junto a otras 50 familias, trata de salir adelante, en medio de un pequeño desierto a 45 minutos del centro de Arequipa. La encontré allí a las 6 de la mañana de un miércoles. Me dio su testimonio sin vacilar. En el reportaje preferí no decir nada. Mi silencio respeta su verdad.
Pd: La edición es de mi camarada José Luis Sarcco.