martes, 13 de diciembre de 2011

Pechito que come papa

Cajamarca marcó la pauta. La situación espinosa sirve para la proliferación de los clichés periodísticos. Coleguitas de radio y televisión no dudan a la hora de terminar sus opiniones con las contundentes “deben tomar cartas en el asunto” o “donde las papas queman”. Sobre esta última expresión se ha abierto el debate gracias a Marco Aurelio Denegri.

El conflicto semántico puede tener su origen en la rivalidad histórica entre MAD y Martha Hildebrandt. Esta última acaba de publicar “1000 palabras y frases peruanas”, libro que fue ampliamente comentado por el conductor de “La función de la palabra”. El punto más alto de su crítica llegó cuando le tocó referirse a la expresión “cuando las papas queman”, misma que la lingüista dice que se utiliza para describir una situación espinosa en alusión al tubérculo y su dificultad para manejarlo al salir de la olla hirviendo.

Denegri de inmediato afirmó que Hildebrandt estaba en un error terrible. La frase, a su criterio, se refiere a “la papa sexual” y no al tubérculo. Que queme no significa que altas temperaturas hayan asaltado la matriz femenina sino que se encuentra infectada con alguna enfermedad venérea. En resumen, la papa que quema es una vulva que transmite blenorragias.

La afirmación ha puesto a la prensa en alerta. La frase; acaso tan usada como “tapar el sol con un dedo”, “coger al toro por las astas”, o “en medio de dramáticas escenas de dolor”; cobra un significado nuevo y vibrante que podría ser malinterpretado si se sigue usando con esas licencias propias del oficio.

Justamente el primer interesado en renovar su repertorio de frases debería ser Toño Vargas, granítico narrador de los partidos de fútbol de la selección. Acostumbrado a emplear oraciones como “hablan las imágenes”, Vargas se lo pensará mejor cuando Pizarro ingrese al área rival y tenga a dos defensas y al arquero encima. Decir allí que las papas queman podría acabar para siempre con la imagen que tenemos del viril capitán de la bicolor.

Sería bueno que Marco Aurelio especifique los alcances de su explicación y si es aplicable al uso del término papa en cuanta construcción gramatical se haya hecho. Por ejemplo, uno ya tiembla ante la sospecha de la intención soterrada del vendedor de mercado frente a una compradora potencial:

“Está rica la papa, casera”.

Lo coloquial ahora preocupa. Después de semejante revelación uno debe cuidarse de utilizar las frases correctas ante la dama interlocutora. Frente a la presencia de una muchacha seducida por los cánones actuales de lo bello y que come buenamente una rama de apio y dos zanahorias al día, nunca más se podrá hacer la recomendación:

“Échale más papa al caldo”

Sobre todo cuando caldo tiene como sinónimo a la sopa y creo que todos sabemos las relaciones que pueden establecerse entre ambos términos. Inaceptable, francamente.

Desconcertante recordar ahora la campaña del Ministerio de Agricultura, que se lanzó bajo el nombre de “Papea Perú”. ¿Era acaso una invitación gubernamental a que nos lancemos como país a una cruzada pro-cunnilingus? Incluso hoy perturba el slogan que se utilizó para semejante maniobra:

“Este pechito come papa”

Todavía hay temas pendientes que involucran la diferencia lexicográfica entre la papa como tubérculo, cuya acepción es quechua según Denegri, y la otra de origen latino. Por ejemplo: El apellido de Georgios Papanicolaou, médico pionero en diagnosticar el cáncer cervicouterino y que podría decirse que creó el examen que lleva su nombre (o más bien su apellido) ¿tiene que ver con esta discusión con la Hildebrandt o se trata solo de una feliz coincidencia?

Y finalmente, ¿el Sr. Cara de Papa y su esposa, la elegante señora Cara de Papa, tienen que ver en este asunto? Esa respuesta es urgente, de lo contrario las películas de Toy Story no volverán a tener el mismo candor infantil.