sábado, 30 de mayo de 2009

miércoles, 20 de mayo de 2009

Checho histórico*

Esta nota es de cuando el "Checho" rompió el récord histórico y todo lo demás. Nos encontramos en la cancha de Melgar y luego fuimos a su casa. Un gran sujeto este argentino lento como las rocas.

El delantero del Melgar, Sergio Ibarra, ha igualado en cantidad de goles la marca que le pertenecía al histórico “Cachito” Ramírez. Solo un grito más lo separa de la gloria de ser el máximo artillero del torneo nacional. Aunque sea argentino, su corazón marca el ritmo de la peruanidad.

Sergio Ibarra Guzmán camina como si el aire pesara mucho. Tiene la abstracción de quien viene pensando en muchas cosas. Parece lento, pero la velocidad siempre engaña.Ese fornido argentino de 35 años, un metro 81 de alto y 82 kilogramos de peso podría ser un boxeador, pero su destino lo convirtió en futbolista. En delantero.
Su vida siempre fue el fútbol. Con tan solo 16 veranos, Ibarra cobró su primer sueldo por patear un balón. Fueron 50 pesos, de los de su patria. Era 1989 y el dinero todavía servía para comprar sueños.
Lo suyo es el gol. Meterla al arco con cuanta extremidad legalmente aceptada lo permita. De canilla, de hombro, de rodilla o de nuca. Eso no importa. El gol siempre valdrá lo mismo. “El día que un gol de fuera del área valga el doble, me pongo a probar desde allí” dice convencido Ibarra. Patea desde lejos y la mete. No miente.
Pero Sergio tuvo que renunciar a su nombre con el que sus padres lo bautizaron para dar paso al apelativo con el que lo conocerá la historia. En el fútbol es tan común que los apodos terminen imponiéndose sobre la verdadera identidad que al final uno termina aceptando la chapa como nombre propio. Quizás de niño no pronunciaba bien el Sergio bautismal. Entre agus y ñeñes, algún niño desdentado le habrá dicho Checho. Era de pronunciación más simple. Quién lo hizo entre balbuceos no sabía que acababa de crear una leyenda. O casi.
Los hados del fútbol llevaron al Checho a un país que casi no conocía. Una nación que se desangraba por culpa de terroristas y militares que se repartían balazos como Ibarra metía goles. Sin discriminar. Era 1992 cuando llegó al Perú y quien lo trajo para ponerlo a jugar pelota lo hospedó en un departamento en Miraflores, en una calle que todavía hoy suena a sangre: Tarata. El 16 de julio de ese año, Checho vio como los cristales de su nuevo hogar se hacían añicos y no lo pensó más. “Me voy de aquí” dijo con humano pavor. Una mudanza y algún incentivo extra lograron convencerlo de quedarse. Y nunca más se fue.
Debutó profesionalmente en el infierno de Sullana, y allí se quedó durante 4 años, demostrando que podía ser un delantero de aquellos, de esos que salvan partidos y cabezas de técnicos. Iba ganándose un nombre. Checho pues. También conocería allá a Rocío, a quien hizo su esposa hasta el día de hoy. Ya tienen 3 hijos.
Para el nuevo milenio ya todos conocían al Checho Ibarra y su heterodoxo estilo de jugar era marca registrada. Un gol con la nuca o de tafanera nunca más será un gol de chiripa. Ahora es un Chechazo. Pasó por Universitario, Deportivo Wanka y Huaral antes de arribar al Cienciano del Cuzco, donde el jugador se dio cuenta de que su voluntad en el área chica le había conseguido lo que el corazón de un futbolista siempre espera, el cariño del hincha. Sentado en la banca, mientras su equipo no andaba bien, Ibarra escuchó como las cuatro tribunas reclamaban su presencia en la cancha al unísono grito de su nombre bisilábico. ¡Che – Cho, Che - Cho! gritaba el estadio y él descubrió lo inevitable. Era un ídolo.
Incontables partidos sirvieron para que el gaucho nacionalizado peruano fuera sumando anotaciones una tras otra. Cuando el número se acercaba a las dos centenas, surgió la estadística. Checho estaba a punto de romper el récord de goleador en torneos nacionales impuesto por el legendario Oswaldo “Cachito” Ramírez. Ciento noventa y seis dianas le exigen los fríos números para que sea el nuevo recordman. Él dice que ya lleva más de 200 goles pero que no se los quieren reconocer. Bastante probable.
En Lima, ese monstruo grande que pisa fuerte, dicen que le falta todavía uno para que su estampa goleadora no sea simplemente una anécdota en el historial futbolero. Pero el Checho ya le dio vuelta a esa página. El gol que le reclama la estadística él ya lo marcó hace mucho tiempo en su corazón de guerrero, ese que todavía puede hacer saltar a una tribuna con cada anotación. No importa si es un Chechazo.

*Publicado en El Búho, el 1 de abril de 2008

jueves, 14 de mayo de 2009

Nuevo canal

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Bueno, tampoco da plata.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Ya fue

Se fue Rolando Mamerto Cornejo Cuervo, que alguna vez me entabló un juicio por hacer un chiste en una columna de humor del semanario. Lo reemplaza Dedicación Valdemar Medina Hoyos (¿Qué tienen los rectores UNSA con sus nombres?) y fui a ver el acontecimiento. La crónica en el videito que sirvió de catarsis. Sorry por el (mal) humor.