miércoles, 18 de marzo de 2009

La palabra del mimo*

Luego del éxito mundial de su show “El vuelo del Cóndor”, el mimo peruano César Aedo vuelve a las tablas con un unipersonal de tentativas más íntimas. Su espectáculo “Don César City”, posee las características clásicas de las performances del silencio, pero siempre con elemento peruano que Aedo cultiva con pasión. El mimo llegó a Arequipa y habló (con palabras) con El Búho.

En 1976, el comediante Mel Brooks decidió hacer lo impensable. En pleno auge del cine en Technicolor, él apostó por hacer una película muda. Le llamó “Silent movie”, pero de este lado del mundo los teatros la programaban como “La última locura de Mel Brooks ”. Sí pues, estaba medio loco. En una trama donde todo era silencio, sólo un personaje se anima a decir una palabra. Era el mimo francés Marcel Marceau, quien mirando a la cámara dijo la sílaba más pronunciada por los pesimistas: No.

Dos años después, Marceau salía de dar clases en su escuela de teatro, en París. Era una tarde de nieve y temperaturas árticas. De pie, esperándole en la vereda, se hallaba paradito un muchacho delgado, de aspecto inesperado, diríase exótico. El joven, tiritando de frío y masticando un francés mal aprendido, trató de comunicarle sus intenciones al mimo más grande de todos los tiempos. Era César Aedo.

Aedo había dejado el Perú con dos propósitos. Primero, estudiar política en la Universidad de Ginebra, siguiendo de alguna forma lo hecho durante 4 años en la Villareal, donde se rebanó los sesos tratando de terminar la carrera de Sociología. Su segunda aspiración era por entonces más modesta. Quería ser mimo.

Pero a la luz de Europa, César decidió que eso de la política quizás no era tan buena idea. Sus recuerdos de cuando bailaba a los 5 años a la llegada musical de los vendedores de humitas en su barrio en San Miguel o la evocación del día que lo seleccionaron en su kindergarten “Alfonso Ugarte” para recitar un poema en radio Santa Rosa, pudieron más que sus impulsos académicos. Lo suyo era el teatro, las luces, los aplausos.

Hoy, con más de 50 años, Aedo sonríe al recordar que ya son 3 décadas actuando. Se emociona al desenterrar esa tarde, frente a la escuela de Marceau, cuando le pidió que lo dejase estudiar con él. “Lo esperé 3 horas en la calle, él salió y le dije: he venido desde el Perú, desde muy lejos, para estudiar con usted, maestro. Ya sé que empezó el año pero yo quiero estudiar”. Marcel oyó lo que ese pequeño Aedo tenía que decir, pensó un momento y respondió: “Véngase usted mañana con todas sus cosas, lo voy a audicionar y veremos”. Claro, lo dijo en francés. El peruano tenía entonces 21 años.

Al día siguiente Aedo fue a probarse con el mejor de todos. Se quedó estudiando allí durante 3 años y medio. Después partió a seguir aprendiendo con Etienne Decroux, el maestro de Marceau. En el silencio estaba su destino. Estudiando montó dos proyectos, “El sueño del indio” y “Salsamba”. Cuando se sabía capaz, llegó la hora de construir su propio reino. La inspiración vino desde ese Macchu Picchu que visitó antes de partir a Europa, temiendo no volver a pisar el país. Nació entonces “El Vuelo del Cóndor”, el espectáculo con el que recorrió los teatros del mundo y que vieron 9 millones de personas. Llegaron por fin los aplausos.

El mimo respira un poco y remata ante la pregunta inocente. “Lo más difícil de ser mimo es no poder usar la palabra. Es una lucha en lo corporalmente expresivo y lo hablado, hay cosas que no necesitan decirse, pero no todo puede expresarse en silencio”.Cuenta emocionado que prepara un nuevo show que se llamará “Paucartampu”, que será estrenado en Cuzco y tendrá la misma parafernalia del “Vuelo del Cóndor”.

Luego, posa para las fotos con un mapache de peluche que cobra vida en sus diligentes manos, al extremo que unas curiosas señoritas al otro lado del salón preguntan si es de verdad. Aedo responde arrojándoles la bestia de felpa y ellas gritan como si fuera un oso hambriento. Luego todo es carcajada. Y nadie contó un chiste.


*Publicado el "El Búho", el 15 de marzo de 2009.

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