miércoles, 27 de agosto de 2008

El tema del verano*

Llegar a las 8 de la mañana a Mollendo tiene sus ventajas. Es domingo y el viaje no tiene las características del transporte de ganado vacuno. Solo viajan unos cuantos desahuciados que tienen el mismo gesto de amargura que uno. Y una señora que vende choclo con queso.
El calor de la costa se percibe de inmediato. Tiene ese vaho húmedo tibio que se cuela entre la ropa y pega la tela a la espalda. El cuello se desintegra en infinitas gotas de sudor y la carne se conmueve con los 35 grados que marca el termómetro del reloj digital. Y empiezo a apestar.
A la playa, maestro- le digo al bronceado taxista que se desespera en su intento de hacernos subir a 8 en su carro para 5. La señora del choclo también va conmigo, y parece tener la misma intención de llegar cuanto antes al mar. -Me orino, joven-, me dice casi riendo y yo me asusto ante la inminencia de lo inevitable mientras el maestro pone primera y nos saca del terminal.
Sin novedad en el camino ni humedad en el asiento, la señora del choclo y yo nos bajamos en la primera playa. Se despide de mí con prisa mientras corre a esconderse para lo obvio. Quizás le compre unos choclos más tarde.
Todavía no ha llegado el grueso de los veraneantes pero ya se siente el rumor de la multitud. Me distraigo de inmediato con las turgencias de una osada muchacha que oculta los ojos tras unos lentes Maui. Desde mi posición, no oculta nada más.
En la breve mochila que cargo, no hay más que un short, un polo y la discografía completa de Guns & Roses para no perder la costumbre. Axl, Slash, Matt, Izzy, Dizzie, Gilby y Steven estarían conmigo todo el día, hasta que la noche nos sorprenda cantando Patience en el ómnibus de regreso. Como siempre.
Salvo la muchacha de las elipses, la mañana no presentaba nada novedoso en Mollendo. Lo lógico era abandonar el lugar antes que miles de bañistas llegaran con sus ropas multicolores y sus ollas de tallarines para ponerme nervioso. Pero quedarme a observarlos era también una oportunidad inmejorable para mis intenciones antropológicas, en pos de desentrañar el misterio que me ocupaba ese fin de semana: el tema del verano. La ciencia sobre todas las cosas.
El tema del verano es el vil producto de una campaña publicitaria que nació en Argentina hace 2 años y este 2008 se ha apoderado de la psiquis del peruano promedio. El concepto de la publicidad pretende hacer entrar en razón a los ciudadanos civilizados sobre la escasez de inteligencia que posee aquella canción recurrente en toda fiesta, reunión, discman, mp3, y celular del verano. Una completa idiotez. Veamos:
“Este es el tema del verano
el que vas a cantar
y bailar en todos lados
te habla del sol
de la arena y de las olas
y tiene un estribillo
que se te pega
que se te pega y nunca despega
Clavo que te clavo la sombrilla (bis)
pero claro que te clavo que te clavo la sombrilla, ¡más!
que te clavo la sombrilla”

En la playa todo es carnaval. Manadas de mocosos desvergonzados arremeten a baldazos contra cualquier ser animado bípedo. ¡Es carnaval!, gritan cuando algún iracundo les devuelve la líquida ofensa con adjetivos superlativos de reminiscencias maternales. Malditos niños.
Previo chapuzón, me preparo para hacer mis peritajes científicos que iré enumerando en mi agenda Loro. Empiezo:
- Grupo de 7 muchachos vestidos prácticamente igual. Salvo las diferencias en la coloración de sus pieles, podrían pasar por familia. Uno de ellos (alias Marraqueta) tiene la encomiable misión de cargar con el equipo de sonido de la mancha. Es plomo con parlantes biselados de fulgurante azul y una extraña combinación de luces en el centro. Es un Akita. La música se oía desde que los muchachos bajaban por las escaleras del malecón. Evidentemente, no esperaba que de ese grupo humano se emitiesen otros sonidos distintos al yape’cabron, nicaon, tawenazaon, mezclados adhoc con la canción mencionada líneas arriba.
- Grupo femenino compuesto de 3 elementos, bien despachados, a decir del heladero D’onofrio que los vio casi en el mismo instante que yo. Se pasean mirando con desprecio todo aquello que no tenga esa presencia caucásica que sus sueños de catálogo Ripley reclaman. Llaman al hombre que alquila sombrillas para que se las instale “lejos de estos huachafos”. El hombre cumple lo acordado y dos de las chiquillas se desparraman en sus pareos mientras la otra trata de cogerse del tubo de la sombrilla bicolor. Las evocaciones son inmediatas. Que te clavo, que te clavo. Ríen al descubrirse huachafas.

La idea del tema, repito, era precisamente evitar que la gente se deje dominar por el hechizo barato del estribillo simple y la repetición del coro hasta el paroxismo. Pero los seres humanos somos tan complejos que sucedió todo lo contrario. El tema del verano, resulto siendo precisamente eso, y terminó bailado con furor en discotecas y clubes del verano 2006 argentino.
Dos años después, en Mollendo, grandes y chicos se persiguen buscando contacto carnal. Dicen que están bailando.

* Publicado en el Semanario "El Búho", en marzo de 2008.

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