martes, 4 de octubre de 2011

Claro y Directo


Este el texto que escribí para la presentación del libro de Augusto Álvarez Rodrich en la Feria Internacional del Libro en Arequipa.

Viene de las canteras de la economía, un territorio comanche donde los periodistas solemos meternos sin mayores directivas que la distancia entre presupuestos colosales y obras inconclusas o sueldos gigantescos en cargos de confianza. Esa formación en números le permite hacer algo que no es muy común entre los coleguitas: tener enfoque.

Podrá parecer algo secundario pero es vital a la hora de publicar un artículo, plantear una entrevista o cualquier cosa que uno se proponga hacer en prensa. Enfoque es lo que precisa un francotirador antes de apretar el gatillo. Una vez conseguido, el disparo sale hacia su objetivo sin interrupciones. Claro y directo.

Y es que Augusto ha hecho de la ausencia de adornos una marca registrada. Sólo así le puede plantear a Rosario Ponce como primera pregunta, luego del correspondiente buenos días, “¿Tú mataste a Ciro?”. Nada de ir dándole vueltas para ver en qué momento se lo planteo suavecito.

Claro y directo es también la recopilación de 8 años en el oficio de columnista, disparando desde una tribuna que suele ser minimizada por el lector que busca la velocidad de la noticia antes que la reflexión en pausa. Gracias a Augusto, la columna de opinión volvió a convertirse en espacio de ideas antes que simples monólogos diseñados exclusivamente para el lucimiento inútil de su autor.

Y es allí, en esas breves columnas, donde el personaje citado descubre que no todo es lo que le dicen sus ayayeros. Se da cuenta que existen otros adjetivos que pueden acompañar su nombre cuando mete la pata hasta el fondo. Se le revela al político mediano que siempre hay una espina en el costado que lo va a hincar al primer mal movimiento.

Esa sobriedad acaso también está motivada por lo señalado al principio, la cantera de la economía. Sin embargo, es su calidad como persona la que determina que cada opinión volcada en 45 líneas tenga un enganche inmediato con el lector avisado. Sólo lo primero (ser economista) es inútil y hasta absurdo en periodismo. Allí está el reemplazo de Augusto en Perú 21 para probarlo, además del otro economista que acompaña a Jessica Tapia en las mañanas y del que jamás me acuerdo el nombre.

Volver a leer esos textos es recordar tragedias. Cuentan una historia reciente que termina siendo una repetición permanente de atentados contra la libertad y metidas de pata gubernamentales. Augusto describe y opina siempre con la salvedad de ser una postura personal, sin la pesada cadena que lo obligaría ser “la opinión del diario”. Y con esa autonomía el teclado siempre es más certero.

Entonces da lecciones de periodismo sin pontificar sobre el oficio. Nada de pastillas para la moral ni clichés torpes llenos de sentencias. Otra vez preciso como cuando frente a un grupo de alumnos hace un tiempo confesó su primera lección en el trabajo de director. “Si vas a poner una calata en portada, ponla grandota o no la pongas”. Señores, eso es ser claro y directo.

Y allí también había espacio para reseñar a gente como Manuel D’ornellas, Walter Cronkite o el Veco, hablar de los blogs y comentar porque a los periodistas nos gusta tanto pelearnos entre nosotros. Pleitos que por cierto Augusto ha esquivado pero igual no ha podido evitar, como cuando Aldo Mariátegui lo cita con el adjetivo caviar que tanto le gusta. Ya ni ganas supongo quedan de responderle, salvo aquel episodio, ya en la radio con Rosa María Palacios, cuando el ataque vino cargado de patrañas y sólo quedaba botar el periódico al tacho de basura.

Y es que tanto número, sobriedad, corte de pelo al ras y barba cuidadosamente descuidada no llegan a ocultar otra dimensión de este columnista “brigadier del sentido común” como dice Hildebrandt. Y allí lo vemos convertido en vocalista eventual de La Sarita, gritando rock fusión con las canciones que le quedan más cómodas. Hasta se anima a salir en la novela Ana Cristina, provocando suspiros entre sus fieles seguidoras en Twitter, que le han puesto de chapa Papá Pitufo. Incluso la improbable China Tudela se lo llevó a la cama en una de sus ficciones de Caretas. Solo Augusto sabe si allí también fue claro y directo.

Entonces, quedamos en que Augusto es un hombre exacto. Que rechaza las rimbombancias en bien de su prosa y en beneficio de los temas que toca. Que está plenamente consciente del público al que le escribe sin ambages y hasta cuando se equivoca en una cifra, como hoy aduciendo a los meses que Humala se quedará en el poder, no tiene el reparo de hacer la advertencia y no se escuda en duendes de imprenta ni otras máscaras. Es un periodista salido de dónde menos se esperaba. Y qué bueno por el oficio.

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