Sr. Omar Candia Aguilar
Alcalde de Alto Selva
Alegre
Al parecer hemos alcanzado el punto más bajo en ese flagelo
que es para el país la existencia del racismo. Durante siglos, cholos, blancos,
sacalaguas, chinos, negros y demás nos hemos enfrentado en una guerra dialéctica
en la cual los insultos han ido incrementando su calibre. Es hora de ponerle
freno.
No ayudan a curar al país esas insinuaciones veladas a
través de los muros del distrito en
donde solo el sueño caucásico es bienvenido. Todos somos hermosos, cualquiera
sea el color de nuestra piel. Por eso, es realmente indignante que se pretenda
alterar, solo Dios sabe con qué intención, la imagen de uno de los personajes
más entrañables de la infancia mundial.
Sí, estoy hablando de pitufo Filósofo, guardián
incomprendido de las ciencias sociales en una aldea hecha con hongos. La
contribución del suspirito azul con lentes al pensamiento de su comunidad va
más allá del simple acto de pitufar. Él siempre quiso ver más lejos, al punto
de caer espeso en múltiples oportunidades, siendo arrojado a largas distancias,
en breves exilios que seguramente soportó con donaire. Como los grandes
pensadores, sus ideas revolucionarias siempre causaron malestar entre sus
contemporáneos. Su trabajo no es caerle bien a todo el mundo, es precisamente
tratar de ser la espina en costado, la mosca en el café, la chela tibia.
Quien sea el autor de ese atentado contra la dignidad de la
piel azul, a estas alturas, ya es irrelevante. Mejor mantengámoslo en el
anonimato, para evitar represalias de quienes siempre ven en estos conflictos
raciales la mejor oportunidad para convertir sus resentimientos en violencia. No
es lo que queremos. Pero urge tomar acciones para evitar que el visitante desavisado
se haga una idea errada del distrito.
Alto Selva Alegre es
uno de los pocos pulmones de la ciudad, y el parque que lleva su nombre es un
crisol de peruanidad cada fin de semana, en donde las familias se reúnen en
torno a un lago, fritangas y animales traídos de otros lados para compartir la
alegría de estar juntos. Colocar a un pitufo blanco, casi albino, en la pared
del ingreso al distrito es perturbador, ya no solo para los que fuimos
seguidores de las aventuras de esos pequeños perseguidos por Gargamel y Azrael, sino para todo aquel que considera que esos
temas raciales deben quedar en el pasado.
Si no le gusta el color azul, ni modo alcalde, deberá lidiar
con sus demonios internos. No queremos creer que hay discriminación contra el
que es diferente, mucho menos contra una población minoritaria constantemente
amenazada por un viejo, acaso fascista, y su gato hambriento. No hay derecho a
alterar la naturaleza humana en aras de un delirio absurdo. ¿Qué es esto, el
Cuarto Reich?
Ojalá esta afrenta sea reparada en el corto plazo y pitufo
Filósofo pueda lucir orgulloso el azul insignia, propio de su congéneres.
Todos somos hermanos.
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