martes, 22 de enero de 2013

¡Peyo dignidad!




Sr. Omar Candia Aguilar
Alcalde de Alto Selva Alegre

Al parecer hemos alcanzado el punto más bajo en ese flagelo que es para el país la existencia del racismo. Durante siglos, cholos, blancos, sacalaguas, chinos, negros y demás nos hemos enfrentado en una guerra dialéctica en la cual los insultos han ido incrementando su calibre. Es hora de ponerle freno.
No ayudan a curar al país esas insinuaciones veladas a través  de los muros del distrito en donde solo el sueño caucásico es bienvenido. Todos somos hermosos, cualquiera sea el color de nuestra piel. Por eso, es realmente indignante que se pretenda alterar, solo Dios sabe con qué intención, la imagen de uno de los personajes más entrañables de la infancia mundial.
Sí, estoy hablando de pitufo Filósofo, guardián incomprendido de las ciencias sociales en una aldea hecha con hongos. La contribución del suspirito azul con lentes al pensamiento de su comunidad va más allá del simple acto de pitufar. Él siempre quiso ver más lejos, al punto de caer espeso en múltiples oportunidades, siendo arrojado a largas distancias, en breves exilios que seguramente soportó con donaire. Como los grandes pensadores, sus ideas revolucionarias siempre causaron malestar entre sus contemporáneos. Su trabajo no es caerle bien a todo el mundo, es precisamente tratar de ser la espina en costado, la mosca en el café, la chela tibia.
Quien sea el autor de ese atentado contra la dignidad de la piel azul, a estas alturas, ya es irrelevante. Mejor mantengámoslo en el anonimato, para evitar represalias de quienes siempre ven en estos conflictos raciales la mejor oportunidad para convertir sus resentimientos en violencia. No es lo que queremos. Pero urge tomar acciones para evitar que el visitante desavisado se haga una idea errada del distrito.
Alto Selva Alegre  es uno de los pocos pulmones de la ciudad, y el parque que lleva su nombre es un crisol de peruanidad cada fin de semana, en donde las familias se reúnen en torno a un lago, fritangas y animales traídos de otros lados para compartir la alegría de estar juntos. Colocar a un pitufo blanco, casi albino, en la pared del ingreso al distrito es perturbador, ya no solo para los que fuimos seguidores de las aventuras de esos pequeños perseguidos por Gargamel y Azrael,  sino para todo aquel que considera que esos temas raciales deben quedar en el pasado.
Si no le gusta el color azul, ni modo alcalde, deberá lidiar con sus demonios internos. No queremos creer que hay discriminación contra el que es diferente, mucho menos contra una población minoritaria constantemente amenazada por un viejo, acaso fascista, y su gato hambriento. No hay derecho a alterar la naturaleza humana en aras de un delirio absurdo. ¿Qué es esto, el Cuarto Reich?
Ojalá esta afrenta sea reparada en el corto plazo y pitufo Filósofo pueda lucir orgulloso el azul insignia, propio de su congéneres.
Todos somos hermanos.

sábado, 12 de enero de 2013

Bono con abono en el Congreso



Siempre llaman o mandan a llamar, ni bien pisan suelo arequipeño. “Hola Jorge, mira, el congresista va a estar en la ciudad por la semana de representación y va a tener reuniones importantes… ¿crees que se pueda dar una vuelta por tu programa?”. Otras veces avisan que han enviado una nota de prensa, primorosamente redactada por su personal, donde dan cuenta de su última gestión para ver si por ahí un viceministro le da bola a los dolidos marchantes que llegaron a su despacho con un reclamo que no está en sus manos resolver. Va con fotito la cosa, siempre.
Pero en estos días todo ha cambiado. Nadie llama ni manda a llamar. Ni siquiera contestan el teléfono. Calladitos, chitón boca. Ese silencio ominoso, tan propio del que sabe que ha hecho una perrada. Y al tratar de arreglarla ha quedado peor.
 “El Congreso peruano es uno de los más baratos del mundo”, alcanzó a decir Juan Carlos Eguren, como si fuera un demérito. Pobrecitos. Como si la democracia fuese mejor si los parlamentarios van por ahí bien forrados y en 4x4. Después dice que el Estado debe ser competitivo. Ah manya, ¿contra quién compite el Estado? ¿Y en dónde entraba la competitividad a la hora de la campaña? ¿Se medía en quién regalaba más polos, llaveros y calendarios? Parece creer que la meritocracia es al revés. Y nos obliga a los ciudadanos a tratar a nuestros parlamentarios, nuestros representantes, como enemigos jurados. O tú o yo.
Quizás que les embarren a huevazos la fachada de sus oficinas congresales les movió el piso. A lo mejor  tanto escándalo sirvió para desenmascarar su angurria, sobretodo de quienes defendieron el aumento incluso después de suprimido. Algunos, como Tubino, hasta se mostraba indignado porque ya no iba a poder “trabajar” por su región. A ver, si el trabajo va por  “hacer votos” y los conocidos saluditos por el aniversario del distrito, guárdeselos, congresista. A todo esto: ¿qué masomenitos es, por amor a Dios, esa acción sublime y poderosa de “instar”, que los parlamentarios no dudan en informar al planeta que “instaron” a esto y aquello? ¿Es un superpoder que viene con el cargo, junto con el carro, los pasajes en avión y los 15 mil soles?
Este roche también ha servido para hacer contabilidad. Para descubrir que tienen asignaciones que están usando con una ligereza inaudita y es hora de ponerles su estatequieto. Debemos pedirles números todos los meses. Hay que convertirse en sus trolls, sus ladillas democráticas que reclaman con justicia una transparente rendición de cuentas. Que sus páginas web se llenen de recibos escaneados de todos los gastos que hacen con la plata que les damos. Que les cueste gastar. Que los obligue a pensarlo mil veces antes de querer justificar todo con recibos de pollo a la brasa.
Y hay una herramienta más, la que deberá ser utilizada por todos en los próximos comicios: la memoria. No te quepa la menor duda que alguno de ellos (o todos) volverán a pedir tu voto para algo, en cualquier momento. Para el Congreso, alcaldía, presidencia regional, directiva de urbanización o presidente del club que frecuentas. Allí recuerda la indignación que te provocó verlos insistir en que era necesario que ganen 30 mil soles. Ese día llegará y entonces míralos a los ojos, dejándoles clarito con un gesto que no será por ti que volverán a llevársela fácil. 

*Publicado en El Comercio