sábado, 21 de febrero de 2009

El Despegue (Primera parte)

Yo vi este día hace 20 años. Lo vi en el televisor Sony Trinitron de mi papá. La verdad lo vimos todos los que éramos niños en esa Marcona de Hierro Perú. Me dicen también que lo vio casi todo el país infante. Fue un acontecimiento. De esos que sólo pasan en el futuro.
En esa televisión sin control remoto ni cable se veía el 22 de febrero de 2009, fecha de un lanzamiento especial. Diez años antes (en 1999) una nave alienígena había caído en la Tierra y el suceso fue un definitivo alto al fuego a la guerra mundial que entonces ocurría. Los gobiernos del mundo entero dejaron de sacarse la madre para poner sus ojos y esperanzas en ese objeto lleno de tecnología que había llegado desde las estrellas.
En un hecho sin precedentes, la ONU se convirtió en el Gobierno de la Tierra Unida, estableciéndose el acuerdo tácito de que nunca más nos íbamos a matar los unos y los otros. Los esfuerzos del planeta estarían destinados a estudiar esta nave interplanetaria, en donde no se encontró ni un solo sobreviviente. Pero sí encontraron cuerpos.
Durante diez años, las potencias mundiales se avocaron a desentrañar los misterios del artefacto y, en una decisión extraordinaria, a repararlo. Los hombres queríamos ir al espacio como lo hacían los visitantes.
Millones de dólares después, finalmente en el año 2009 se culminaron los trabajos de reparación de esta gigantesca nave extraterrestre, adaptándola a los usos y costumbres de nosotros los humanos. Toda una ciudad creció alrededor del proyecto, donde florecieron comercios y empresas y la gente vivía alrededor de la nave como campamento minero al lado de la mina. La ciudad fue bautizada como Macross y la nave pasó a llamarse Super Dimensional Fortress 1. Como para nadie era cómodo referirse a su lugar de trabajo con un nombre tan grande, el lenguaje coloquial redujo la designación a simplemente SDF – 1.
El 22 de febrero de ese año fue anunciado por el Gobierno de la Tierra Unida como el día de la inauguración del SDF-1. Paralelamente a la reconstrucción, la milicia fue entrenando al personal que sería la tripulación de la nave, en caso de que los dueños originales tratasen violentamente de recuperarla. De todos los países fueron reclutados jóvenes con potencial y talento en manejo de computadoras, nuevas tecnologías y, por supuesto, pilotos capaces de manejar unos artilugios diseñados para ser escolta de esta fortaleza. Unos aviones de combate llamados Valkirias.
Ese día, la joven ciudad Macross era una fiesta.
Pero en el espacio exterior, había alguien dispuesto a recuperar su nave perdida.

jueves, 5 de febrero de 2009

Torero

Se estrenó “Torero”, segundo largometraje del director arequipeño Roger Acosta. La cinta, ambientada en la festividad taurina de Viraco, es un esfuerzo de generar producción local pese a las carencias. Pero de buenas intenciones está poblado el infierno.

Un hombre regresa a su pueblo luego de casi 20 años de ausencia. Retorna acompañado de su hijo que se supone es un torero que va a batirse en duelo con un cornúpeto como manda la tradición en Viraco. Allí, en medio del polvoso lugar, conocerá a la muchacha receptora de los afectos del joven matador y, junto a ella, se revelará su destino.
El argumento de “Torero” no tiene mayores pretensiones, o al menos eso esperamos, ya que desde la primera escena es evidente que las actuaciones son incorrectas, por decirlo técnicamente. Algunos diálogos suenan tan falsos como la luna gigantesca que coloca el director en una de las escenas, suponemos con fines “decorativos”, o la cabeza del toro “Víctor” que parecía hecha de papel maché.
Los personajes secundarios merecen una mención aparte. Sobreactuadas en dimensiones no vistas desde el primer proyecto de Acosta, “Mónica, más allá de la muerte”, las performances son equivalentes a los pobres parlamentos que los actores deben decir, casi recitando de memoria. La nota “cómica” la pone el actor que interpreta al beodo dueño del toro protagonista, a quien jamás se le ve en estado de sobriedad. Incluso se levanta por la mañana, luego de evidentes horas de sueño, con la misma borrachera con que se acostó.
En el clímax de la cinta, cuando el joven héroe debe medir su pericia de matador frente al toro de lidia, el montaje se hace más que evidente, llegando al extremo cuando se quiere hacernos creer que el actor se encuentra cara a cara con el inmenso animal en la feria de Viraco, siendo innegable el recurso de post producción que bien hecho quizás hubiera dado resultado, pero que en esta ocasión causa sonrisa.
Las locaciones son muy mal aprovechadas, privilegiando la historia y los personajes que no son ni por asomo lo mejor de la hora y media que dura la película. Quizás mejores paneos y secuencias del paisaje, los volcanes y la vida en el campo, hubiesen ayudado a pasar lo que venía con el producto final.
“Torero” es una muestra del deseo que existe por hacer cine en el interior del país, pero con propuestas así, será muy poco lo que se logre de cara a mejorar la producción provinciana frente a lo que viene de Lima, muchas veces mamotretos sin ningún mérito mayor al de haber sido hechos en el país.